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ASFALTO (2006 1ed). Luis Chaves. ISBN 1ed: 9968-834-86-6

El espíritu del momento no pocas veces resulta ser una constatación de la esterilidad de una relación que se encuentran en fases terminales, donde, en este caso particular, la pareja de protagonistas se ve obligada por la circunstancia a prolongar el ritual del viaje aun cuando la compañía ya se ha agriado y todo degenera rápidamente hacia el sin sentido. A este suplicio se le añade el constante flashback a épocas mejores de la relación cuando el humor era real y las bromas no estaban manchadas de sarcasmo o desprecio, cuando la observación alegre o ingenua no era recibida con la bofetada del insulto. El auto y la carretera son símbolos poderosos de lo que podríamos llamar tierra reclamada. Espacios que las personas delimitan voluntariamente para poder estar juntos, cuando el viaje no es estrictamente necesario, mientras el entorno transita y cambia, efectivamente despersonalizándose y desapareciendo. Este tipo de espacio ha sido utilizado efectivamente en otras novelas de carretera, por no mencionar Road Movies y hasta un Road Story gráfico de Fuguet, entre las que las mas conspicuas serían On the Road de Jack Kerouac y Lolita de Nabokov. Tanto en Lolita como en On the Road el viaje por carretera y el espacio vital delimitado por la cabina del auto y su prolongación natural, que es el cuarto de motel de carretera, le permiten a los personajes mantener una cercanía que no cabría dentro de la normalidad de otro tipo de espacios. Fuera del auto y sin la excusa del viaje, Sal Paradise encontraría difícil de explicar la necesidad de él y los muchachos de estar siempre juntos, o la de Humbert de cohabitar con su hijastra Lolita. En el caso de Asfalto este espacio de tierra reclamada se ha convertido, mas bien, en un castigo autoimpuesto cuya mortificación se revela a los personajes de manera gradual pero ineluctable. Como suele ocurrir con muchos de los libros de Chaves, la felicidad, si existió alguna vez, solo puede ser recobrada a través del recuerdo que contrasta tristemente con el presente. Las relaciones que describe Chaves están eternamente en crisis, no hay amor, sobrevive la costumbre, y el desprecio y el hastío invaden todos los actos. Si el texto se redujera a esto, sería simplemente un retrato de la amargura; sin embargo, su verdadera moneda, descubrimos con asombro, es la nostalgia. Chaves quiere que veamos lo hermoso destruido para que comprendamos por contraste la belleza perdida. Se muestra siempre rudo en la puesta en escena donde la crueldad es cosa de todo momento, pero por debajo sentimos el quejido y Chaves quiere que lo escuchemos. Nunca más claro esto que en el nostálgicamente titulado fragmento En el retrovisor los objetos se ven mas pequeños de lo que realmente son.
Fragmento de la reseña de Juan Murillo en el blog El Arte de la Mentira
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