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EL MAS VIOLENTO PARAÍSO (2001). Alexánder Obando. ISBN: 9968-834-157

El más violento paraíso podría ser visto, como me comentó alguien, como un cuentario gigante, en el que, sin embargo, las pequeñas diversas tramas tienen hilos que las van uniendo conforme pasan las páginas. Bizancio, Constantinopla, Sinus Iridum, San Pedro (con su Calle de la Amargura, su biblioteca Carlos Monge, su antigua Librería Macondo) y otros sitios del pasado, presente y futuro, albergan a toda suerte de personajes reales e imaginarios, todos unidos por el autor, capítulo por capítulo, a través de un denominador común: la deformación moral (claro, en comparación con el poco fiable canon de las “buenas costumbres”). Esto de la deformación es un concepto muy general, que se puede hacer específica mencionando los actos que los personajes realizan: en Sinus Iridum, la base lunar futurista (cuando la vida en la Tierra se hizo insostenible), en la que se escapa de la realidad mediante el sexo, los senso-clubs y el esquifo, una droga alucinatoria y venerada; en Constantinopla (antigua Bizancio), cuando el sultán Mehmet II deja establecido el nacimiento del poderoso Imperio Otomano con una triple decapitación; en San Pedro, cerca de la Calle de la Amargura, cuando los poetas costarricenses (aparecen David Maradiaga, Eunice Odio y versiones de otros escritores, caricaturizados por Obando) se prestan a embarcarse en “La Mariquita” (que les permitirá la huida de esa parcela inhabitable del planeta), y entre ellos hay toda suerte de desavenencias, que terminan en piras, decapitaciones, sangre bebida, un minotauro caminando por las calles y asesinando a quien se le ponga de frente, libros rotos, violentos enfrentamientos entre los poetas jóvenes y las “vacas sagradas”; en la historia del Necronomicón, el libro sagrado de los Primordiales (seres desterrados del mundo), desde su escritura por Abdul Al-Jazred, hasta su pérdida por el mariscal Gilles de Rais (compañero de armas de Juana de Arco), que compensa convirtiéndose en un “ilustre” y sanguinario infanticida, que disfruta con sus amigos nobles de carnicerías y fiestas necrofílicas; en la vida de Dionisio y el origen del culto báquico-dionisíaco, desde el nacimiento del dios (Zeus y Semele sus padres) hasta su ascenso a los cielos, pasando por todos los elementos tan caros a las grandes mitologías: traición, asesinato, odio, rebeldía, desmembramientos, pedofagia y demás avatares en la vida del Dios del Vino.
Fragmento de la reseña de Guillermo Barquero en el blog Sentencias Inútiles
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