“Pinta tu aldea y serás universal”, le ordenó la Musa a la autora de este formidable libro. Y Carla Pravisani decidió hacerle caso: buscó los colores más sardónicos y malignos de su paleta para dar cuenta de todo lo que fue detectando a su paso por ciertos vericuetos de lo que el gran Marechal llamaba “la vida ordinaria”. Así, a cada uno de sus relatos se van sucediendo seres sin estilos ni vocación, jóvenes sin futuro ni fe, hombres y mujeres alejados de su centro, sumidos en la masificación más abyecta, atrapados por el miedo y la chatura. En resumen, una galería de monstruos cotidianos que pueden encontrarse a la vuelta de cualquier esquina del posmoderno mundo. Y todo dicho con una escritura punzante y corrosiva, cuya exactitud deja sin respiro al más exigente. Apresúrense entonces a leer estos apremiantes cuentos, amables lectores, mientras quede un resquicio de luz. Y a rebelarse.
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“Pinta tu aldea y serás universal”, le ordenó la Musa a la autora de este formidable libro. Y Carla Pravisani decidió hacerle caso: buscó los colores más sardónicos y malignos de su paleta para dar cuenta de todo lo que fue detectando a su paso por ciertos vericuetos de lo que el gran Marechal llamaba “la vida ordinaria”. Así, a cada uno de sus relatos se van sucediendo seres sin estilos ni vocación, jóvenes sin futuro ni fe, hombres y mujeres alejados de su centro, sumidos en la masificación más abyecta, atrapados por el miedo y la chatura. En resumen, una galería de monstruos cotidianos que pueden encontrarse a la vuelta de cualquier esquina del posmoderno mundo. Y todo dicho con una escritura punzante y corrosiva, cuya exactitud deja sin respiro al más exigente. Apresúrense entonces a leer estos apremiantes cuentos, amables lectores, mientras quede un resquicio de luz. Y a rebelarse. 
