La pulpería de un barrio josefino de hace cuarenta años sirve de decorado para una triste historia de entrega, autoengaño y crueldad filial. En un rincón del texto el gato acecha la narración. Sabemos de su presencia desde el momento en que leemos el título, pero su sigilo guarda el secreto de lo que el texto enuncia en su silencio, de las cosas que la historia habla sin jamás decirlas. En un rincón también de la casa-pulpería, el gato observa malhumorado la fuerza de unos valores por los que se inmolan inútilmente dos seres en pos de una ilusión social. La malicia del gato se pasea imperceptible por la narración, pero no irrumpe sino en el momento en que la luz de la cruel revelación final aparece. Entonces es su figura la que se enseñorea para tomar posesión del espacio, haciendo con su cola el signo de interrogación final al lector.
Palabras de la Dra. María Amoretti Hurtado