Este primer libro de cuentos del escritor José Francisco Correa, llega a mis manos en un momento oportuno para leerlo, en medio de una dilatada tarde de diciembre, de modo que lo abro con interés, con curiosidad— no conozco hasta ese momento a su autor —, y sin más preámbulo me adentro en sus páginas. Lo primero que me atrapa, lo primero que me sorprende gratamente, es su sentido del humor. No se trata de un humor fácil, ni mucho menos bobo, sino de algo bastante más difícil: estos cuentos arrancan de nosotros una sonrisa que, sin ser ácida ni amarga, sí tiene un acento doloroso, algo ríspido que se transforma en sonrisa en el último instante, con un giro de la inteligencia. Sabroso comienzo, que celebro mientras la tarde se hace leve de pura transparencia. Pero también disfruto de su escritura sencilla, trabajada y sin rebuscamientos. Una prosa profana, como debe ser, que no es lo mismo que decir descuidada. Todo lo contrario, me digo, y aprecio el celaje que empieza a reverberar contra las montañas del Valle Central de Costa Rica. Entonces, caigo en cuenta de que todo el libro está organizado a partir de referencias espaciales y geográficas: el norte, el sur, el este y el oeste... Y asoma la riqueza, la sabrosura del habla nicaraguense. Porque José Francisco es un nicaragüense que vive entre nosotros desde hace muchos años, de lo que me entero tan pronto hablo con él y advertirán sin dificultad los lectores de estos cuentos. Tal vez por eso los temas que aborda no son de aquí ni de allá, o mejor dicho, siendo de aquí, son también de allá, o siendo de allá, son también de aquí. ¿Acaso no se trata precisamente de eso; de revelar, mediante la circunstancia particular de un personaje, algo, un destello al menos de la experiencia que nos es común a todos? Me pregunto eso mientras el cielo se convierte en un estallido de magma incandescente. En sus cuentos, el autor lanza una mirada casi siempre crítica y desencantada al mundo que nos tocó en suerte, sin deslizarse a la amargura ni mucho menos al cinismo. Lo salva el humor, que ya mencioné. Tampoco están ausentes las referencias y los juegos literarios, ni el recurso a la fantasía y a la imaginación. De esta forma, entre cuento y cuento, el libro se me hace breve, intenso y colorido, como ese ocaso que ya se disuelve en la noche de diciembre.
Palabras del escritor Rodrigo Soto
Palabras del escritor Rodrigo Soto