Creo que Climaterio tiene en sus dos epígrafes, la clave de su interpretación en cuanto que por una parte se inscribe dentro de una genealogía femenina de orden intelectual, que acredita la palabra de las mujeres, y por otra apela a lo que orgánicamente nos define. El texto de Anabelle capta sensiblemente, porque la captamos las mujeres, lo que la cultura nos hace percibir que nos está ocurriendo. Y digo mujeres, porque aunque el fenómeno orgánico afecta por igual a los dos sexos, el fenómeno social nos afecta sólo a nosotras. Podemos encontrar en esta obra de Anabelle una gran cantidad de asociaciones y al parecer internalizaciones de lo que precisamente “el juicio de otro” ha dicho siempre sobre nuestro ser de mujer. En este caso sobre el climaterio femenino como la extinción de las funciones de un órgano que la psicología y el prejuicio dijeron durante algún tiempo que dominaba por entero nuestra vida y nuestra psique. Me refiero al útero, cuyas representaciones simbólicas aparecen en la obra de Anabelle en vocablos como hornacina, horno, caverna, marmita, que son sus símbolos universales. En mi lectura, que la autora comenzó inscribiéndose dentro de una tradición literaria reivindicatoria. Esta tradición está representada en el epígrafe por una Maestra de las letras, Cristina de Pizan, que nos induce a fiarnos de lo que sentimos y sabemos en nuestro ser de mujer y no del juicio de otros. En su desarrollo, la obra de Anabelle registró el grado en que lo que sentimos y sabemos en nuestro ser de mujer está en gran parte determinado por la cultura: es producto del juicio de otros y por eso se percibe intuitivamente como una estafa.
Palabras pronunciadas por Yadira Calvo durante la presentación del libro, Instituto Cultural de México, 5 de marzo de 2003