Una, Ruth, vive una vida sórdida, gris, amarrada a un trabajo imposiblemente árido, compartiendo casa con una hermana neurótica, anotando en sus cartas listas de autores y libros y cantantes y películas que le usa como derroteros de su identidad, sin entrar nunca en un análisis detallado de los meritos de las obras, sino evocándolas como talismanes, por su nombre. En las cartas de Ruth el sexo se convierte de algún modo en el la manera de habitar su piel de mujer. El sexo casual es usado como un ritual para invocar la nueva identidad sexual de Ruth y ocupa gran parte del cuerpo de la novela. La literatura y el género definen a Ruth como persona de un modo más determinante que cualquier otro factor y en sus definiciones de lo que ella es ambos se conjugan para ser una sola cosa. La metáfora de la literatura como efusión se enlaza con la construcción de una identidad, nueva en este caso, pero no por eso diferente a toda otra construcción de identidad propia que realizamos cada uno como ser humano. La literatura además le permite reconstruirse como Ruth. Marina, a diferencia de Ruth, no necesita cimentar su identidad femenina en el sexo, ni en la literatura. Marina es mujer, digamos, más fácilmente. Su búsqueda es otra, quizás porque mujer ya es y no necesita reafirmar ese punto. En cambio lo que vemos en Marina es un faltante innombrado, tiene lo que quiere, hace lo que desea, pero algo falta.
Fragmento de la reseña de Juan Murillo en el blog El arte de la mentiraDE ELLAS LA PIEL (2008). Mario León Rodríguez. ISBN: 9968-834-97-7
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c. NOVELA
Mario León